La Red de ALICE

Texto y Fotografía: Penguin Random House 

Heroísmo, amor y suspenso en una apasionante novela inspirada en un episodio histórico real: la red de mujeres espías que salvó a más de mil soldados de la muerte. 

Un libro que sirve de homenaje a la olvidada Louise de Bettignies, la reina de los espías durante la Primera Guerra Mundial y líder de una de las redes más espectacularmente exitosas de la historia.

La red de Alice

Portada del libro La red de Alice de la escritora Kate Quinn.

La Obra

1947. La joven americana Charlie St. Clair está embarazada, soltera y a punto de ser expulsada de su muy decente familia. Mientras su mundo se viene abajo, su única ilusión es la débil esperanza de que su amada prima Rose, que desapareció en la Francia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, siga viva. De modo que, cuando sus padres la envían a Europa a solucionar su «pequeño problema», Charlie opta por escapar y dirigirse a Londres, decidida a averiguar qué pasó con la prima a la que quería como a una hermana. 

1915. Un año después del estallido de la Gran Guerra, Eve Gardiner está deseando unirse a la lucha contra los alemanes así que no duda un instante cuando es reclutada para trabajar como espía y enviada a Francia como parte de la organización clandestina conocida como «la red de Alice». 

Tres décadas más tarde, obsesionada por la traición que destruyó la red, Eve pasa sus días entre botellas de alcohol encerrada en su ruinosa casa de Londres. Hasta que una joven americana aparece en su puerta pronunciando un nombre que Eve no ha escuchado desde hace décadas y embarcada en una misión: averiguar la verdad sin importar a dónde conduzca.

Dos mujeres de diferentes épocas unidas por un mismo misterio y un irrefrenable espíritu de libertad y rebeldía. 

Dos voces, dos realidades 

En mayo de 1947, Charlie St. Claire es una joven de familia acomodada, embarazada y sin compromiso. Sus padres saben cuál es la solución, pero ¿qué quiere ella? Porque Charlie es rebelde, tiene un cerebro privilegiado para las matemáticas y una personalidad fuerte e indomable. Y ha decidido embarcarse en la búsqueda de su adorada prima Rose, desaparecida durante la Segunda Guerra Mundial. Es esta aventura la que le llevará a conocer a Eve Gardiner. La Eve Gardiner que encontrará Charlie es una mujer alcoholizada, torturada por sus recuerdos y por un pasado que se irá descubriendo poco a poco. Pero Eve también fue una joven valiente y rebelde, deseosa de hacer algo importante en una sociedad donde la mujer quedaba relegada a un discretísimo segundo plano. Por eso no se rindió y acabó siendo reclutada por una red de espías liderada por Alice Dubois, uno de los múltiples alias de Louise de Bettignies. Realidad y ficción van de la mano en esta historia, ya que Louise de Bettignies, como algunos otros personajes que hacen su aparición en la novela, es una figura histórica real, y un nombre que ya ha entrado en la leyenda. 

Mujeres en guerra, la verdad tras la novela 

Durante la Primera Guerra Mundial, el capitán Cecyl Aylmer Cameron, un experto en operaciones de alto secreto, reclutó a una joven francesa de familia acomodada. Se llamaba Louise de Bettignies, había nacido en 1880 en SaintAmand-les-Eaux y sus extraordinarias dotes organizativas, su facilidad para aprender idiomas y su inteligencia y talento para ocultar mensajes la convirtieron en la reina de los espías, bajo el alias de Alice Dubois

Así comenzó a funcionar «la red de Alice», una red de mujeres y expertos reclutados por habilidades como escribir más de mil palabras en el reverso de un sello que informaba de una forma asombrosamente precisa y rápida a la inteligencia británica de los movimientos de las tropas alemanas, salvando así la vida de miles de soldados. 

Mensajes en clave envueltos en horquillas o anillos, escondidos en pasteles, escritos con tinta invisible… Todo servía a estas espías y a su cabecilla, que estaba en constante movimiento entre la Francia ocupada por los alemanes, Bélgica, Inglaterra y Holanda, donde pasaba informes, recopilaba información y comprobaba la situación de sus agentes. 

«Su valentía física era extraordinaria (…) Quizá fuera aún más extraordinaria su capacidad de improvisación: Louise de Bettignies tenía una sorprendente habilidad para conseguir pasar por puestos de control con engaños, ya fuera porque empezaba a manipular paquetes hasta que un exasperado centinela le hacía una señal para que pasara o por servirse de niños de la zona que jugaban al pilla-pilla a la vez que le pasaban un salvoconducto de contrabando», explica la autora. 

Uno de sus grandes éxitos, en parte reflejado en la novela, fue dar la fecha exacta en la que el káiser Guillermo II viajaría al frente para saludar a sus tropas, aunque su tren escapó finalmente del atentado.

Louise de Bettignies murió en la prisión de Siegburg, donde estuvo encerrada junto a su compañera Charlotte Lameron, cuyo marido escribiría La Guerra des Femmes, unas memorias de todo lo sucedido durante la guerra con Louise y su red de espías según los relatos de su esposa. 

Unas mujeres muy reales que ahora se convierten en los personajes que acompañan a las protagonistas de una novela de ficción histórica perfectamente documentada. 

«Las mujeres espía de la Primera Guerra Mundial son en gran parte víctimas del olvido hoy en día. Por mucho que sus contribuciones durante la guerra fueron apreciadas, hubo cierta inquietud en cuanto a la forma de tratarlas con posterioridad. Las mujeres que entraron en la zona activa de combate eran generalmente consideradas por el público de una de estas dos formas: como mujeres que se despojaban de toda su feminidad y se volvían más duras y masculinas debido a los peligros de la guerra; o como mujercitas valientes obligadas a acarrear cargas peligrosas pero, aun así, delicadas flores por naturaleza. (…) Claramente, las mujeres de las zonas de combate activas inquietaron a sus contemporáneos pero, aun así, dejaron un legado. Hubo chicas en los años treinta y cuarenta que entraron en la Dirección de Operaciones especiales para ser formadas como espías contra los nazis gracias a la influencia de libros e historias sobre mujeres como Louise de Bettignies. Y no fue su elegancia femenina lo que les influyó. Se vieron inspiradas por su coraje, su dureza, su determinación…» 

El misterio de la masacre de Oradour-sur-Glane 

Otro episodio histórico que aún hoy sigue siendo un misterio, sirve a Kate Quinn para uno de los episodios más interesantes e inquietantes de su novela. 

Se trata de la masacre de los habitantes de Oradour-sur-Glane, ocurrida el 10 de junio de 1944. Al parecer, un confidente denunció ante la Milicia que la actividad de la Resistencia francesa en esa zona había llevado al secuestro y ejecución de un oficial alemán. Pero nunca se ha sabido si la actividad de la Resistencia estaba centrada en Oradour-sur-Glane, en la cercana Oradour-sur-Vayres o si fue todo mentira. Y probablemente es un misterio que jamás se resolverá, ya que el oficial de las SS que dirigió la operación decidió, como venganza, masacrar a un pueblo entero. De hecho, lo único seguro es que los hombres fueron en su mayoría apresados y fusilados en graneros y edificios mientras que a las mujeres y niños se les congregó en la iglesia para matarlos. Aquel día fueron masacradas 642 personas, entre ellas 207 niños ametrallados y quemados en la iglesia. 

Al final de la guerra, las ruinas de la población fueron mantenidas en su estado por orden del gobierno de De Gaulle. Así hoy Oradour-sur-Glane permanece vacío como monumento en forma de sobrecogedora ciudad fantasma: edificios sin techo atravesados por las balas, relojes quemados y detenidos para siempre a las cuatro de la tarde, el Peugeot oxidado detenido junto al recinto ferial… Todo tal y como aparece en la novela de Kate Quinn. 

Para que el lector pueda discernir historia y ficción, la autora finaliza la obra con una interesantísima nota en la que disecciona la novela con detalle y alude a algunas de sus fuentes informativas. 

Pasajes de la Novela 

«1947 era el infierno para cualquier chica que prefiriera dedicarse a resolver problemas de cálculo antes que a leer el Vogue, cualquier muchacha que prefiriera escuchar a Edith Piaf antes que a Artie Shaw o cualquier otra que tuviera un dedo anular desnudo pero un vientre redondeado. Yo, Charlie St. Claire, cumplía oficialmente las tres condiciones. Ese era el otro motivo por el que mi madre quería que llevara una faja. Solo estaba de tres meses, pero ella no iba a permitir de ningún modo que mi figura anunciara que había traído al mundo a una zorra». 

«Sí que había estado mirando aquel cartel. Mostraba una fila de soldados leales, con actitud marcial e idénticos, con un hueco en el centro. “¡Aún hay un sitio en la fila para ti!”, decía el encabezado de arriba. “¿Vas a ocuparlo?”. Y Eve se había quedado pensando amargamente: “No”. Porque las palabras que había dentro de ese hueco en la fila de soldados decían con letras pequeñas: “¡Este espacio está reservado para un hombre fuerte!”. Así que no, Eve jamás podría ocuparlo, aunque tenía veintidós años y encajaba por completo allí». 

«Había atravesado todo el Atlántico y seguía bajo las riendas de mi padre. Giré la cabeza hacia el escaparate para ocultar mi rabia y vi el destello de la cabeza rubia de Rose entre la muchedumbre que pasaba por la calle. Un momento después, vi que no era más que una colegiala que corría. “Ay, Rosie”, pensé con tristeza mientras me quedaba mirando a la niña. “Dejaste a tu familia y te fuiste a Limoges. Por el amor de Dios, ¿cómo lo hiciste? Nadie deja que las chicas hagan nada”. Ni gastarnos nuestro propio dinero, ni vender nuestras cosas ni planear nuestras propias vidas». 

«La guerra de cada uno había sido distinta. La mía fue de deberes de álgebra, tener de vez en cuando alguna cita y esperar cada día las cartas de Rose y James. La guerra de mis padres transcurrió en Victory Gardens y caminos de chatarra y mi madre preocupándose por tener que ponerse maquillaje en las piernas en lugar de medias. Y la guerra de mi pobre hermano… En fin, él no contó cómo fue, pero hizo que se tragara una escopeta». 

«A Eve se le paró el corazón con un resplandeciente rayo de emoción. Cogió la copa del Kommandant y la llenó con toda la lentitud a la que se atrevió, dejando que el licor saliera mientras él hablaba del nuevo emplazamiento de la artillería. Se dio cuenta de que las manos no le temblaban en absoluto. Volvió a colocar la copa, suplicando en silencio tener una excusa para seguir allí. Uno de los asistentes respondió a su plegaria con un chasqueo de dedos para pedirle brandy mientras planteaba una pregunta sobre el potencial de las nuevas armas. Eve se giró para coger la copa y vio que monsieur Bordelon tenía los ojos puestos en ella desde la mesa de al lado, donde estaba ocupándose de un capitán alemán y un par de tenientes. Su mano apretó la copa con fuerza y se preguntó con repentino pánico si se le habia notado en la cara que estaba entendiendo lo que decía el Kommandant. Si él sospechaba que Marguerite Le François hablaba alemán…».

Kate Quinn, autora del libro La red de Alice.

Kate Quinn, autora del libro La red de Alice.

La Autora 

Kate Quinn nació en el sur de California y estudió en la Universidad de Boston, donde realizó su licenciatura y un máster en Voces Clásicas. Aficionada durante toda su vida a la historia, escribió la saga The Empress of Rome y dos libros ambientados en el Renacimiento italiano, donde cuenta la primera época del célebre clan de los Borgia, antes de volcar su atención en el siglo XX con La red de Alice. 

Con esta novela estuvo durante semanas en la lista de best sellers de The New York Times y USA Today y fue finalista en la categoría de Mejor Novela Histórica de los premios Goodreads 2018. Ya ha vendido más de un millón de ejemplares en Estados Unidos y será publicado en 26 países. 

Los derechos han sido adquiridos para una miniserie. Kate y su marido viven ahora en California con sus dos perros llamados Caesar y Calpurnia.