Los costes de la guerra comercial

Texto: Mukhisa Kituyi

Copyright: Project Syndicate, 2018.

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GINEBRA – Dice un viejo proverbio africano: “Cuando los elefantes combaten, es la hierba la que sufre”. Lo mismo es cierto para las guerras comerciales abiertas: cuando las grandes economías entran en conflicto, los países en desarrollo se cuentan entre los más afectados.

El 1 de junio, el gobierno estadounidense impuso tarifas aduaneras de un 25% al acero y un 10% al aluminio, lo que afectará no solo a China, sino también a Canadá, México y los países de la Unión Europea. Como lo expresara Cecilia Malmström, Comisionada de Comercio de la UE, en un evento reciente celebrado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), “No estamos en una guerra comercial, pero podríamos estarlo”. Es una situación que debería preocuparnos a todos.Cecilia Malmström, Comisionada de Comercio de la UE

La historia nos enseña que nadie “gana” en una guerra comercial. Los aumentos de los aranceles por parte de los principales países comerciales representan un desmantelamiento de las iniciativas adoptadas desde la Segunda Guerra Mundial para eliminar barreras comerciales y facilitar el comercio global. Desde la puesta en vigencia del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio en 1947, el valor promedio de los aranceles en todo el mundo ha bajado un 85%. Eso no es ninguna coincidencia, sino el resultado de una cooperación multilateral y ocho rondas de comercio global, primero bajo el GATT, y luego bajo su sucesora, la Organización Mundial de Comercio.

Junto con los avances tecnológicos, las reducciones de los aranceles impulsaron la extraordinaria expansión del comercio global de la que hemos sido testigos en nuestras vidas. En 1960, el comercio como proporción del GIB mundial era un 24%, mientras que hoy se acerca al 60%.

La expansión del comercio impulsó el crecimiento económico, creó empleos y elevó los ingresos de los hogares de todo el mundo. Es un factor clave del ascenso del Sur global, donde decenas de países en desarrollo han experimentado un potente crecimiento económico y cambios positivos en la sociedad. Además, hizo posible uno de los logros más notables de la historia humana: sacar de la pobreza a mil millones de personas en el espacio de apenas dos décadas.

unctad-united-nationsSin embargo, la expansión del comercio no ha beneficiado a todos por igual. Y, en algunos casos, ha causado degradación ambiental y desplazamientos económicos, dejando a mucha gente con una sensación de abandono. Son problemas serios y legítimos que se han de abordar, pero el unilateralismo no es la manera de hacerlo. Los retos globales exigen soluciones globales.

Lamentablemente, las medidas actuales en este ámbito auguran una situación en que todos perderemos. En una guerra comercial, las compañías en una amplia gama de sectores perderán utilidades y empleos. Los gobiernos tendrán menores ingresos y los consumidores podrán elegir de entre menos productos. Y, sin importar dónde se encuentren, las empresas, gobiernos y hogares incurrirán en mayores costos.

Peor todavía, una guerra comercial global pondría en peligro al sistema multilateral de comercio mismo. Sin duda, causaría aumentos de aranceles como no se han visto en la historia reciente. Los estudios de la UNCTAD muestran que los aranceles promedio podrían subir desde los pequeñísimos niveles actuales hasta un 30% para los exportadores estadounidenses y entre un 35% y 40% para los exportadores de la UE y China, respectivamente. Así, incluso si los “elefantes” tienen suficiente peso económico para resistir una guerra comercial, no se beneficiarían de ella.

Y, por supuesto, los países en desarrollo que no jugaron ningún papel en comenzar el conflicto serían incluso menos capaces de permitírselo. En promedio, los aranceles que se apliquen a las exportaciones de los países en desarrollo podrían ascender de un 3% a un 37%. Si bien los aranceles para países como Nigeria y Nueva Zelanda probablemente no subirían del 10%, países como México podrían llegar a un 60%. De manera similar, países como Costa Rica, Etiopia, Sri Lanka, Bangladesh y Turquía podrían enfrentar aranceles de entre un 40% y un 50%.

Este-va-con-marcoMás aún, una guerra comercial sería un serio golpe a los países más pobres del mundo, y la esperanza de duplicar la proporción de los “países menos desarrollados” de las exportaciones globales para 2020 bajo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Pondría en riesgo la frágil recuperación económica desde la crisis financiera global de hace una década, socavando el crecimiento y el desarrollo en todo el mundo. Y limitaría el grado en que se podría usar el comercio para avanzar en el logro de las metas globales.

El daño que causaría una guerra comercial abierta se sentiría más allá del comercio internacional. El clima comercial actual refleja una perturbadora tendencia global hacia un unilateralismo nacionalista. Los países que ayudaron a mejorar nuestro mundo a través del comercio hoy abandonan la cooperación internacional, y este cambio podría tener serias implicancias para otras áreas como las iniciativas globales de lucha contra el cambio climático y el aseguramiento de la paz y prosperidad para todos. La mejor manera de ganar una guerra comercial es evitarla del todo.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

© Project Syndicate 1995–2018

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AUTOR, Mukhisa Kituyi es Secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).